¿QUE
QUIERES QUE YO HAGA?
Rev. José Soto
El capítulo 9:3-6 del libro de los
Hechos narra la visión y la
subsecuente conversión del apóstol
Pablo, quien fuera uno de los
perseguidores de la iglesia más
cruento y feroz: “Mas yendo por
el camino, aconteció que al
llegar cerca de Damasco,
repentinamente le rodeó un
resplandor de luz del cielo; y
cayendo entierra, oyó una voz que le
decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? El dijo: ¿Quién eres,
Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a
quien tu persigues; dura cosa te es
dar coces contra el aguijón. El,
temblando y temeroso, dijo:
Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y
el Señor le dijo: Levántate y entra
en la ciudad, y se te dirá que debes
hacer.”
La conversión de Saulo de
Tarso marcó una etapa de importancia
crucial en la historia de la
iglesia, y asimismo fue la “bisagra”
que abrió la puerta a una visión más
amplia del propósito de Dios dentro
de Su obra. El enemigo había estado
atacando dura y violentamente a la
iglesia recién nacida, por cuanto
sabía que mientras hubiese un pueblo
alcanzado por la redención, éste
sería un ejército poderoso que lo
vencería. Y es que, en efecto,
excepto la iglesia no existe ninguna
otra fuerza en este mundo capaz de
luchar contra las fuerzas de las
tinieblas.
En este mensaje veremos: 1) cómo
debe existir el deseo de servir a
Dios en aquellos que tienen una
experiencia auténtica de salvación;
2) los retos, los sufrimientos y las
vicisitudes de la vida consagrada al
servicio de Dios; y para terminar,
3) cómo Dios llama y capacita para
Su servicio.
1.
DE PERSEGUIDOR A SIERVO DE
JESUCRISTO
Convencido de que hacía lo correcto,
y porque sentía que el judaísmo era
amenazado por el cristianismo, Saulo
perseguía a los cristianos sin
misericordia con la meta de extirpar
de ellos la fe en Jesucristo: “Y
Saulo asolaba la iglesia, y entrando
casa por casa, arrastraba a hombres
y a mujeres, y los entregaba a la
cárcel” (Hechos 8:3).
Definitivamente, Saulo ignoraba que
él era una marioneta en las manos
del diablo, y que éste estaba usando
su fanatismo religioso para
perpetrar sus ataques contra la
iglesia de Cristo.
Sin embargo, desde que Saulo
presenció la muerte de Esteban, el
primer mártir de la iglesia, en su
conciencia se había quedado grabada
la imagen de aquel varón
arrodillado, pidiéndole a Dios que
no tomase en cuenta el pecado de
aquellos que lo mataron injustamente
(Hechos 7:60). Tampoco podía olvidar
las palabras de Esteban, quien,
antes de morir, vio en una visión a
Cristo sentado a la diestra del
Padre (Hechos 7:56). A pesar
entonces de su oposición abierta
contra el cristianismo, Saulo había
sido traspasado por el Evangelio que
Esteban predicó el día de su muerte,
y la Palabra que sembró aquel hombre
de Dios estaba surgiendo efecto. En
efecto, desde que el Evangelio fue
sembrado en su corazón, Saulo se
sentía aguijoneado por las dudas, y
luchaba contra ellas; mas su alma
estaba al descubierto ante los ojos
de Dios, y por lo tanto, Cristo le
dijo: “Dura cosa te es dar coces
contra el aguijón” (Hechos 9:5).
La Palabra de Dios nunca torna atrás
vacía... Y por medio de estas líneas
me dirijo a los amigos que no
conocen a Cristo o que están
descarriados de los caminos del
Señor. Ciertamente, el Evangelio
nunca llega por casualidad a las
personas; sino que es predicado con
la unción y el poder del Espíritu
Santo, y El es quien se encarga de
redargüir al mundo de pecado, de
justicia y de juicio. En este día,
Dios les ha brindado la oportunidad
de leer nuestra Revista, para que el
Evangelio llegue a su vida y la
transforme. El Señor se encargará
luego que la Palabra sembrada en sus
corazones no torne a El vacía, sino
que ésta hará lo que El quiera, y
será prosperada en aquello para lo
cual la envió (Isaías 55:11). Amén.
Dios estaba esperando, pues, el
momento oportuno para cruzarse en el
camino de Saulo. Y ese momento llegó
cuando éste se estaba dirigiendo a
Damasco, con la intención de atacar
y arrestar a los cristianos
refugiados allí.
Cuando Cristo se reveló a Saulo por
medio de una visión, éste le abrió
su corazón e hizo una pregunta que
cambiaría para siempre su
existencia: ¿Qué quieres que yo
haga? (Hechos 9:6). Aquella alma
salvada tenía un objeto y un
propósito inherentes, e
inmediatamente se puso a la
disposición de Su Salvador.
Asimismo, es menester que toda
persona que se ha convertido
genuinamente sienta el deseo de
hacer algo por Dios. ¿Cómo no
estaremos agradecidos y deseosos de
servir a Aquel que entregó su vida
en rescate por nosotros en la cruz
del calvario.
2.
LOS RETOS Y LOS SUFRIMIENTOS
DE LA VIDA DE SERVICIO
Después de levantarse, Saulo se
percató de que se había quedado
ciego; mas siguiendo las directrices
de Dios, entró en Damasco y esperó
allí hasta que el Señor le dijera lo
que tenía que hacer (Hechos 9:6).
Así lo hizo, y Saulo estuvo tres
días en ayuno esperando la respuesta
a su pregunta.
Mientras tanto, Dios le dio una
visión a otro discípulo llamado
Ananías, y le ordenó que fuese a
orar por Saulo de Tarso. Por
supuesto, Ananías sabía quién era
Saulo y cuáles eran sus primeras
intenciones al llegar a Damasco, mas
aquel hombre de fe no vaciló en su
obediencia, aun sabiendo que con
ello exponía su vida.
Las referencias a Ananías escasean
en el Nuevo Testamento, y tan sólo
se menciona su encuentro con el que
se convertiría en el futuro apóstol
Pablo.
En términos racionales y humanos,
por ende, Ananías no era conocido
por los hombres.
Eso sí, aunque quizá los hombres
ignoraban su existencia, Dios lo
conocía y lo convirtió en el
instrumento que entregaría Su
mensaje al ex perseguidor de la
iglesia. Mucho antes que a los
apóstoles, Dios le reveló a aquel
discípulo humilde cuál sería el
ministerio de Pablo: “Ve, porque
instrumento escogido es éste,
para llevar mi nombre en presencia
de los gentiles, y de reyes, y de
los hijos de Israel; porque yo le
mostraré cuánto le es necesario
padecer por mi nombre”
(Hechos 9:15-16). También
Ananías tuvo el privilegio de
imponer sus manos sobre Pablo para
que éste recibiera la vista y fuera
lleno del Espíritu Santo (Hechos
9:17).
Las palabras que Dios le dijo a
Saulo a través de Ananías denotan
cuán alta calidad de servicio Dios
exige por parte de Sus instrumentos.
Y ciertamente, el servicio a Dios
nunca es sencillo, simple ni tampoco
fácil. En Su llamado al servicio,
Dios involucró todas las áreas de la
vida de Pablo, el sufrimiento
inclusive. Quizá sonaba pomposo e
importante de predicar
ante
los reyes y los emperadores de aquel
tiempo, mas aquella misión se llevo
a cabo a precio de cadenas,
prisiones, castigos, torturas y
hasta la muerte por decapitación.
Amados hermanos, Dios necesita gente
aguerrida, dispuesta a decirle sí
sin importar las circunstancias.
También el Señor debe sacudir
nuestras vidas, y despegamos de las
cenizas que se nos han pegado. Hoy
en día, mucha gente está
supuestamente “dispuesta” a servir,
mas poca gente quiere renunciar a
muchas cosas.
Cuando Jesús llegó a Betania, María
se preguntaba qué podría ofrecerle
al Señor, por cuanto su hermana
Marta le había regalado con sus
mejores manjares. No obstante, ella
se acordó de repente que también
tenía algo valioso que ofrecerle a
Cristo: un vaso de alabastro que
contenía un perfume de nardo puro
muy costoso que servía de dote a las
novias. En un servicio de
consagración a Dios, María renunció
a su dote (e incluso a la
posibilidad de casarse), y rompió
aquel frasco para derramarlo a los
pies del Maestro; entonces la casa
entera fue llena de la exquisita
fragancia. Esto significa que en
nuestras vidas siempre hay algo,
algún talento, que vale la pena
poner en las manos de Dios para
bendición de otros.
¿Dónde llega nuestro perfume de
cristianismo y de servicio a Dios?
¿Hasta nuestras casas? ¿Hasta
nuestros trabajos? ¿Hasta nuestro
hogar? ¿Peleamos a gritos con
nuestro cónyuge y nuestros hijos
después de haber alzado nuestras
manos al Señor en el templo? ¿Damos
un buen testimonio ante los vecinos
y los que nos rodean? Amados, Dios
quiere que nuestro perfume se
derrame en todas las áreas de
nuestras vidas.
El Señor está contando con nosotros
para que le sirvamos, pero todo
depende de nuestra disposición para
hacerlo. Cuenta con nosotros, Su
pueblo, porque no tiene nadie más
con quien contar para llevar a cabo
Su obra. No podemos, pues, defraudar
el propósito para el cual hemos sido
perdonados... ¿Responderemos
presente o lo ignoraremos?
3.
LLAMADOS Y CAPACITADOS PARA
EL SERVICIO
Dios siempre llamó a personas para
capacitarlas con el fin de que
llevasen a cabo Sus planes. Nuestro
amado Salvador escogió a doce
apóstoles para que le rodearan y
fueran su elite principal; más aun
así, tres de los discípulos eran más
cercanos a El que los demás, y de
los tres Juan fue el que más intimó
con Jesucristo.
Ninguno de los apóstoles escribió
como Juan acerca del Maestro. A
diferencia de los demás Evangelios,
Juan inicia su Evangelio con una
estremecedora profesión de fe en Su
divinidad: “En el principio era
el Verbo, y el Verbo era con Dios, y
el Verbo era Dios. Este era en el
principio con Dios. Todas las cosas
por él fueron hechas, y sin él nada
de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era
la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece, y las
tinieblas no resplandecieron contra
ella” (Juan 1:1-5).
La parábola de los talentos
es portadora de un mensaje poderoso.
El Señor repartió talentos a varios
de sus siervos según la capacidad de
cada uno; mas al último solamente le
entregó un talento para que éste lo
hiciera fructificar. El error de
aquel hombre consistió en pensar que
al no haber recibido una mayor
cantidad de talentos, podía
arrogarse el derecho de no hacer
nada. Sin embargo, nadie en el Reino
de los Cielos tiene ese derecho. No
hay una posición neutra que podamos
adoptar: el que había recibido un
talento podía haberlo duplicado. Un
talento era la más alta medida que
se usaba para el oro, la plata y los
metales preciosos, y un talento de
por sí era muy valioso; mas aquel
perezoso no lo quiso entender, y
dejó morir el talento al
enterrarlo... ¿Dejará usted también
morir su talento al enterrarlo y no
dejarlo fructificar?
Los talentos (y también la parábola
de las minas) nos hablan del
potencial de la iglesia de Cristo.
Este gran potencial estriba en el
poder, la unción, los dones, los
ministerios, etc. que Dios nos ha
entregado. Mas si no lo ponemos en
acción ¿de qué nos sirve tenerlo?
Dios ha llamado y dotado con un
poder especial a Sus santos:
“[Dios] quiso dar a conocer las
riquezas y la gloria de este
misterio entre los gentiles; que es
Cristo en vosotros, la esperanza de
gloria a quien anunciamos,
amonestando a todo hombre, y
enseñando a todo hombre en toda
sabiduría, a fin de presentar
perfecto en Cristo Jesús a todo
hombre; para lo cual también
trabajo, luchando según la potencia
de él, la cual actúa poderosamente
en mí” (Colosenses 1:27-29). La
dinámica de este ministerio no
radica en el grado académico, en la
madera regular de la que estamos
hechos, ni tampoco los alcances
económicos, sino el poder de Dios
moviéndose en cada uno de nosotros.
Es menester que sigamos la dinámica
de Dios, y que prediquemos el
Evangelio por cualquier medio que
Dios ponga a nuestro alcance.
El versículo nos habla de tres tipos
de mensaje: a) el anuncio de Cristo
al mundo; b) la amonestación (o
exhortación) que apunta a corregir y
a edificar; y por último, c) la
enseñanza, que establece
convicciones, que estriba en el
fundamento de la fe que profesamos y
la base de nuestra forma de vivir
cristiana.
El camino de la vida de servicio y
de consagración es angosto, y el que
quiera seguirlo hallará obstáculos y
oposiciones. Cuando Saulo de Tarso
inició su ministerio, sintió el
rechazo de los judíos que planeaban
matarlo, y de la propia iglesia que
no confiaba en él, ni creía en su
salvación genuina: “Cuando llegó
a Jerusalén, trataba de juntarse
con los discípulos; pero todos le
tenían miedo, no creyendo que fuese
discípulo” (Hechos 9:26).
La batalla de la fe no ha cambiado
durante el transcurso de los siglos,
sino que, por lo contrario, se ha
arreciado. Tenemos que batallar
contra tres enemigos: el mundo, la
carne y el maligno. La victoria obre
el mundo estriba en nuestra
separación con él; la victoria sobre
la carne en crucificarla y no
manchar nuestro testimonio; la
victoria sobre el enemigo de
nuestras almas en llevar puesta la
armadura que detiene sus dardos
encendidos.
Satanás es un experto en hacemos ver
nuestra entrega a Dios como algo
inútil. Sin embargo, él no tiene
parte ni suerte con nosotros, y
Cristo aseveró que las puertas [el
infierno no prevalecerían contra la
iglesia. ¿Acaso no es éste un
potente grito le guerra? Los
gobiernos del mundo legalizan el
pecado y el mundo intenta educir al
Pueblo de Dios con sus sistemas, sus
tentaciones y su vida barata... Más
¿tiene a Iglesia de Dios parte ni
suerte con el mundo? ¿debemos imitar
al reino de este mundo para que nos
acepte? ¡De ninguna manera! Hemos
sido llamados para ponemos a luchar
en el frente de batalla, no para
retroceder ante el enemigo.
Los guerreros de Dios siempre son
una minoría calificada. Los siete
mil hombres que no doblaron sus
rodillas ante Baal ni lo besaron tan
sólo se abstuvieron de la idolatría,
mas nunca pelearon abierta y
públicamente contra ella por miedo a
las represalias de la reina impía
Jezabel (1 Reyes 19:18). Dado que
los siete mil se escondían, y no
testificaban de su fe en Jehová, su
potencial inutilizado se reflejó en
el ministerio de poder de Elías.
Este profeta valiente y aguerrido no
temió en enfrentarse solo contra el
pueblo, los profetas de Baal y la
misma Jezabel para defender el
nombre de Dios.
Los siete mil eran un residuo fiel,
pero ineficaz. Y así también hay
gente en las congregaciones que son
muy fieles, pero no son aguerridos y
se comportan con pasividad. La falta
de apoyo generó el desaliento en
Elías, y el diablo tuvo un aliado
dentro del campamento de Dios. ¿Será
usted uno de esos siete mil fieles a
Dios más ineficaces en lo que se
refiere a su misión?
4.
CONCLUSIÓN
Hermano, ¿puede Dios contar con
usted? ¿Está usando su potencial
para la gloria de Dios y el
beneficio tanto del mundo como de la
iglesia? Es hora de que nos pongamos
a trabajar, y desenterremos el
talento que hemos escondido bajo
tierra. Si no lo hacemos, tendremos
que oír la dura reprensión de
nuestro Señor, diciéndonos:
“Siervo malo y negligente [...J
Quitadle, pues, el talento,
y dadlo al que tiene diez
talentos. Porque al que tiene, le
será dado, y tendrá más; y al que no
tiene, aun lo que tiene le será
quitado. Y al siervo inútil
echadle en las tinieblas de afuera;
allí será el lloro y el crujir de
dientes” (Mateo 25:26-30).
Querido amigo que, como Saulo
de Tarso, no conoce al Señor
Jesucristo o es enemigo de Su
Iglesia, el Señor lo está
llamando hoy al arrepentimiento.
Hemos enviado la Palabra, y ésta no
tomará a Dios vacía; por lo que
confiamos en que permanecerá clavada
en su corazón como un aguijón, y
que, como fructificó en Saulo de
Tarso, también llevará frutos en
usted. El encuentro de Saulo con
Jesús cambió el rumbo de su vida
para siempre, hasta tal punto, que
él fue capaz de morir por la causa
de Cristo. Aquel hombre pasó de ser
un perseguidor a mártir de la
Iglesia, porque descubrió que
Jesucristo es una realidad y nunca
aceptó renegarlo. ¿Quién acepta
morir si no es por una convicción
profunda, ni por algo en que no
cree? Cristo está esperando el
momento oportuno para cruzar su
camino y revelarse a su vida. Usted
tiene dos opciones: aceptarlo o
seguir huyendo. Que Dios les
bendiga. |